lunes, 3 de febrero de 2014

Que salga todo bien.

Desde la ventana de mi cocina veo el baño del vecino. Así como suena, mi ventana de cuatro hojas de la cocina da a la ventana del baño del tercero “B”. Resulta que cuando se mudó la novia los cuerpos que se veían pasaron a ser mixtos, incluso hubo varios casos de contacto visual bidet /cocina muy incómodos, por suerte no míos. Lo primero que me pregunté fue: ¿por qué no una cortinita?Creo entender que sobrestimaron el poder de acción del esmerilado del vidrio. Lo que no saben es que el esmerilado grueso (como se llama ese estilo) es una imperfección generada adrede en el vidrio para la disminución visual; los pequeños globitos atrapados en él provocan una distorsión que, desde determinado ángulo y con los factores lumínicos adecuados, lo transforman en un vidrio casi transparente. Sin embargo a veces tan solo dejan la ventana abierta. Ellos se deben pensar que son invisibles o algo. Él es flaco y alto, tiene la mandíbula algo parecida al personaje del dibujito de Frankestein y usa un peinado tipo casquete; su cuerpo es fibroso y su miembro generoso. Ella tiene piernas largas y tronco corto, y la turgencia de la juventud, pero nada del otro mundo. Tiene más bello púbico del que me gusta y es medio carudita, como que todos los rasgos se le apiñan en un sector de la cara. Los encuentros cara a cara son distintos. Él es muy educado y amable; siempre está con alguna de las dos bicicletas que usa (ambas ridículas). Con la que se maneja, una chiquitita plegable, parece el oso del circo en la motito; mientras la otra, híper pro, sale acompañada de un traje al cuerpo de colores chillones mal combinados, casco y lentes futuristas. En cambio ella es fría y distante, anda siempre con una valijita con ruedas. Me inclino a pensar que es cosmetóloga o azafata; si nos cruzamos por la plaza evitamos el contacto visual. Lo mas incomodo es cuando subimos los tres en el ascensor, a mi no me interesa llevar la relación mas allá de lo que hay, así que me quedo totalmente callado y pongo cara de poker. Harto ya de no poder mirar para un lado en mi propia cocina, porque resuelta que puede haber alguien cagando a diez metros, mirándome fijo. Alguien que de pronto provoque el contacto y me mira con cara de – ¡¿qué miras pajero?! A esta altura he visto pajas de ambos sexos, deposiciones varias, bidetazos, cortadas de uñas, gilletazos (de ambos, recuerden que él anda en bici de carrera), cuerpos desnudos… en fin. Imagínense en ese espacio sagrado que es el baño, donde todo vale; pedos, sangre. Donde la palabra privacidad realmente tiene el sentido que se merece; con una ventana. Dado lo incómodo de la situación opté por el plan B: hago todo lo contrario, los ignoro, como si no estuvieran; me paseo por la cocina sin una acción predeterminada, con cara de nada, aburrido, decadente, depresivo, siempre en cuero sin importar la temperatura, eructo a los cuatro vientos, ¿qué digo eructo?¡son rugidos!. Cada vez que voy a la cocina estoy consciente de que me pueden estar observando, entonces les actuó como si fuera una caja de títeres real. Cuando estoy solo finjo que charlo con alguien y me río a los gritos, tomo vino en copa y fumo, todo en la ventana. El perro me mira desconcertado, no da cabida a lo que esta viendo, aún con su disminuido intelecto nota el papelón y me mira inclinando la cabeza para uno de los lados, me mira con lástima. A veces juego a que son mis ratitas en una pecera y los observo vivir, desde la oscuridad, fumando tranquilo, y cuando aparecen… le doy una profunda pitada al cigarrillo, siento como se me ilumina la cara, color rojo, caliente, y largando el humo les digo- ¿Dónde anduviste?